Una vida sin egoísmo
Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo.
Filipenses 2:3 (LBLA)
Cambiador del Mundo: Este tiene que ser el corazón de un cristiano que ha nacido de nuevo, que se ha convertido en un discípulo de Cristo. De esa manera nos enseña el Apóstol Pablo cuando nos explica que vivamos consolándonos en amor y en comunión con el Espíritu Santo, llenos de misericordia con nuestro prójimo, caminando con gozo y proclamando el amor de Dios, unánimes unos con otros, participando en un espíritu de humildad y mansedumbre.
Porque ese es el legado que Jesús nos dejó durante Su vida aquí en la tierra, mostrando cuán grande es Su amor por nosotros que se despojó de Su forma de Dios y vino como un siervo semejante a los hombres y siendo hombre se siguió humillando y se hizo obediente hasta la muerte en la cruz del calvario. Por lo cual Dios Su Padre lo levantó de los muertos y le dio un nombre sobre todo nombre, para que en el Nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra.
Nosotros también si nos proclamamos hijos de Dios, tenemos que despojarnos de todo pecado y soberbia con la cual llegamos a los pies de Cristo, y la única manera es muriendo en la cruz y permitiendo que Su vida resucitada habite en nosotros para manifestar en nuestro testimonio el carácter de Cristo, que aborrece el egoísmo y el vivir para uno mismo.
*Solamente la gracia de Dios puede llevarnos en ese proceso de santidad, librándonos del viejo hombre que esta viciado en pecado y por supuesto en el egoísmo de este mundo, pero por el amor de Dios, El nos ha hecho libres de nuestra vida antigua y nuestra herencia de maldición.
Hoy es el día de salvación (Romanos 10:8-13). Cristo en nosotros nuestra esperanza de gloria y nuestra victoria que cambia el mundo (Colosenses 1:27, 1 Corintios 15:10-57). Aleluya.