Caminando en la gracia de Dios

Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.
Hebreos 4:16 (RVR1960)

Cambiador del Mundo: La gracia de Dios podemos definirla como todo el favor que el Señor nos derrama sin merecerlo. Y es precisamente por eso que cuando nos convertimos a Jesús, muchas cosas que estaban destruidas en nuestra vida, la gracia de Dios las empieza a restaurar y si somos honestos, muchas de ellas acontecían sin que nosotros moviéramos un dedo físicamente para que sucedieran. En la Biblia podemos escudriñar cómo la gracia empezó desde el Antiguo Testamento, pero se derramó más claramente a partir de la vida de Jesús en la tierra. En el libro de Génesis se nos enseña que Noé halló gracia ante los ojos de Dios (Génesis 6:8) y eso le permitió que Dios le salvara la vida a él y a su familia avisándoles que construyeran un arca que serviría también para salvar las especies de animales en la tierra (Génesis 6:13-22). Podemos también señalar a Abraham, un hombre escogido por la gracia de Dios para que, a través de él, surgiera el pueblo de Israel primeramente y el pueblo de Dios por medio de la fe que nos incluye a los gentiles que hemos creído en nuestro Señor Jesucristo. Como cristianos nacidos de nuevo, hoy tenemos que ponernos al amparo y gran privilegio que hay en la gracia de Dios y descansar precisamente en las promesas que a lo largo del Nuevo Testamento se nos han dado para terminar la carrera dependiendo exclusivamente de Dios, de Su Hijo Jesucristo, del Espíritu Santo y de Su Palabra la Santa Biblia. *Miremos bien para que no dejemos de alcanzar la gracia de Dios, evitemos la amargura y caminemos en la fe de Jesús dependiendo absolutamente de Él, y sin mirar ni a la derecha ni a la izquierda sino exclusivamente a los cielos, porque todo lo que Dios ha dicho a través de Su Palabra, lo cumplirá en nosotros por Su gracia. Cristo en nosotros la esperanza de gloria y nuestra victoria que cambia el mundo (Colosenses 1:27, 1 Corintios 15:10, 57). Aleluya.

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