Bienaventurado aquel que escucha a Dios

Bienaventurado el hombre que me escucha, velando a mis puertas día a día, aguardando en los postes de mi entrada. Porque el que me halla, halla la vida, y alcanza el favor del Señor. Pero el que peca contra mí, a sí mismo se daña; todos los que me odian, aman la muerte.
Proverbios 8:34-36 (LBLA)

Cambiador del Mundo: Sin lugar a dudas el hombre o la mujer que escucha a Dios es bienaventurado, porque las puertas del cielo son abiertas para todos aquellos que ponen en primer lugar de sus vidas al Señor. Tal como leemos en estos versículos, hallar a Dios es hallar la vida y alcanzar Su favor, pero el que peca contra El, así mismo se daña y por supuesto hallará la muerte. Cuando Jesús vino a la tierra, no estaba pensando en sí mismo ni en sus comodidades, sino que Él puso Su vida por amor a nosotros y dejó toda Su gloria en los cielos, nació en un pesebre, en una familia humilde y todo lo hizo con el propósito de salvar a aquellos que crean en Su Nombre. Cuando nacemos en Cristo a una nueva vida, nos damos cuenta que el velo que teníamos en nuestros ojos y la sordera espiritual, no nos permitían entender el propósito para el cual fuimos creados, ni mucho menos que había una vida eterna para todos aquellos que se entregaran a Jesús, simplemente éramos ciegos espirituales. Pero el día que el Señor entró a nuestro corazón al igual que al Apóstol Pablo le sucedió, las escamas de nuestros ojos cayeron y pudimos ver la gloria de Dios que vino a rescatarnos y a salvarnos de nuestra antigua manera de vivir, que por supuesto estaba contaminada con el pecado ( 2 Corintios capítulo 4, Hechos capítulo 9). Es necesario que hoy clamemos a Dios para que nos de hambre y sed de Su Palabra, que doblemos nuestras rodillas en oración y que ayunemos para que también alcancemos todo el favor y propósito que Dios ha preparado para los que le aman. Cristo en nosotros la esperanza de gloria que por Su gracia nos permite cambiar el mundo y ganar almas para Cristo (Colosenses 1:26-27, 1 Corintios 15:10,57). Aleluya.

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